"Creo haber resumido mi posición con respecto a la filosofía al decir: de hecho, que sólo se debería poetizar la filosofía". L. Wittgenstein.
Tenía la intención de enfocar de alguna forma la rivalidad entre Sócrates y Nietzsche pero, a decir verdad, ahora mismo, tanta filosofía me colapsa.
Al tropezar con la conferencia pronunciada por Karl Popper que sigue a continuación, he recordado un texto de Ivan Silén que me ha empujado a exponer el antagonismo -y acuerdo de algún modo- entre Sócrates y Nietzche. Pensando en ello, se me ha ocurrido que no puedo preterir a Wittgenstein, a Heidegger ni a Hegel, pero me temo que debo postergar contenido para próximas ocasiones.
EL CONOCIMIENTO DE LA IGNORANCIA. KARL POPPER.
(...) Creo que Sócrates nos enseñó algo que es tan importante hoy en día como lo fue hace 2.400 años. Y creo que los intelectuales, incluso científicos, políticos y, especialmente aquellos que trabajan en los medios de comunicación, tienen hoy la imperiosa necesidad de aprender esta vieja lección que Sócrates trató en vano de enseñarnos. ¿Pero, es eso cierto? ¿No sabemos hoy, acaso, muchísimo más de lo que sabía Sócrates en su época? Sócrates tenía razón, debe admitirse, al ser consciente de su ignorancia: en efecto, él era ignorante sobre todo si lo comparamos con lo que sabemos hoy en día. Efectivamente, reconocer su ignorancia fue un gesto de gran sabiduría por su parte.
La objeción es correcta, pero únicamente después de haberla modificado radicalmente mediante cuatro comentarios muy importantes;
Primero, la idea de que la ciencia sabe mucho es correcta, pero la palabra conocimiento se usa aquí, al parecer inconscientemente en un sentido que es completamente distinto del significado que se le da a la palabra conocimiento cuando se usa, con énfasis, en el lenguaje diario. Sin embargo, el conocimiento científico simplemente no es un conocimiento cierto. Está siempre abierto a revisión. Consiste en conjeturas comprobables -en el mejor de los casos-, conjeturas que han sido objeto de las más duras pruebas.
Es conocimiento hipotético, conocimiento conjetural. Este es mi primer comentario, y por sí mismo es una amplia defensa de la aplicación a la ciencia moderna de las ideas de Sócrates: el científico debe tener en cuenta, como Sócrates, que no sabe, simplemente supone.
Mi segundo comentario sobre la observación de que nosotros sabemos tanto hoy en día es éste: con casi cada nuevo logro científico, con cada solución hipotética de un problema científico, el número de problemas no resueltos aumenta; y asimismo aumenta el grado de su dificultad; de hecho, ambos aumentan a una velocidad superior a la que lo hacen las soluciones y, sería correcto decir que mientras nuestro conocimiento es finito, nuestra creciente ignorancia es infinita. El mundo, se vuelve más difícil de entender para los verdaderos científicos, esta afirmación me ayuda a lidiar con mi tolerancia a la frustración (maldito Penrose y su camino a la realidad)...
Mi tercer comentario es éste: cuando decimos que hoy sabemos más que lo que sabía Sócrates en su época, que nuestro conocimiento conjetural es mayor, esto es probablemente incorrecto en tanto que nosotros interpretamos el saber en un sentido subjetivo. Probablemente, ninguno de nosotros sabe más, en cuanto a almacenar mayor información en nuestra memoria; más bien, somos conscientes de que hoy en día se sabe muchísimo más y acerca de muchísimas más cosas diferentes que en los tiempos de Sócrates. Entonces hablamos de sabiduría objetiva, y no particular (la de cada uno), que son pequeños rasgos de la objetiva.
Tenemos aquí una cuarta razón para decir que Sócrates estaba en lo cierto, incluso hoy. Porque este anticuado conocimiento personal consiste en teorías que se han demostrado son falsas. Por ello, tenemos cuatro razones que nos demuestran que incluso hoy, la idea de Sócrates "Sólo sé que no sé nada", es una idea de palpitante actualidad, pienso que aún más que en tiempos de Sócrates. Y tenemos razones, en defensa de la tolerancia, para deducir de la idea de Sócrates aquellas consecuencias éticas que fueron deducidas, en sus tiempos, por el propio Sócrates, por Erasmo, por Montaigne, Voltaire, Kant y Lessing. Y debemos incluso deducir algunas otras consecuencias. Los principios que son el fundamento de cada diálogo racional, es decir, cada discusión encaminada a la búsqueda de la verdad son, de hecho, principios éticos. Me gustaría expresar tres de esos principios éticos.
1.- El principio de la falibilidad: Quizá yo esté equivocado y quizá usted tenga razón, pero desde luego, ambos podemos estar equivocados.
2.- El principio del diálogo racional: Queremos de modo crítico -pero por supuesto, sin ningún tipo de crítica personal- poner a prueba nuestras razones a favor y en contra de nuestras variadas (criticables) teorías. Esta postura crítica pone a prueba nuestras razones a favor y en contra de nuestras variadas (criticables) teorías. Esta actitud crítica a la que estamos obligados a asumir es parte de nuestra responsabilidad intelectual -poniendo a prueba nuestras razones-.
3.- El principio de acercamiento a la verdad con la ayuda del debate. Podemos casi siempre acercarnos a la verdad, con la ayuda de tales discusiones críticas impersonales (y objetivas), y de este modo podemos casi siempre mejorar nuestro entendimiento; incluso en aquellos casos en los que no llegamos a un acuerdo.
Es extraordinario que esos tres principios sean epistemológicos y, al mismo tiempo sean también principios éticos. Porque implican, entre otras cosas, tolerancia: si yo puedo aprender de usted, y si yo quiero aprender en el interés por la búsqueda de la verdad, no sólo debo tolerarle como persona, sino que debo reconocerle potencialmente como a un igual. El principio ético que nos guíe deberá ser nuestro compromiso con la búsqueda de la verdad y la noción de una vía para llegar a la verdad y un acercamiento a ella. Sobre todo, deberíamos entender que nunca podremos estar seguros de haber llegado a la verdad; que tenemos que seguir haciendo críticas, autocríticas, de lo que creemos haber encontrado y, por consiguiente tenemos que seguir poniéndolo a prueba con espíritu crítico; que tenemos que esforzarnos mucho en la crítica y que nunca deberíamos llegar a ser complacientes y dogmáticos. Y también debemos vigilar constantemente nuestra integridad intelectual, que junto con el conocimiento de nuestra falibilidad nos llevará a una actitud de autocrítica y de tolerancia.
Por otra parte, también es de gran importancia darnos cuenta que siempre podemos aprender cosas nuevas, incluso en el campo de la ética. Me gustaría demostrar lo anterior por vía de un examen de la ética de los profesionales, la ética de los intelectuales, la ética de los científicos, médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, directores, y, muy importante, de los periodistas y de la gente influyente del mundo de la televisión; también de los funcionarios, y sobre todo, de los políticos. Me gustaría proponerles algunos principios de una nueva ética profesional, principios que están estrechamente relacionados con las ideas éticas de tolerancia y de honestidad intelectual. Con este fin voy a describir primero la antigua ética profesional y, quizá, caricaturizarla un poco, para luego compararla y contrastarla con la nueva ética profesional que deseo proponer aquí.
Hay que reconocer que la antigua ética profesional se basó, como también se basa la nueva, en los conceptos de verdad, de racionalidad y de responsabilidad intelectual. Con la diferencia de que la antigua ética se basó en el concepto de conocimiento personal y en la idea de que es posible llegar al conocimiento cierto, o al menos acercarse lo más posible. Por esta razón, el concepto de autoridad personal desempeñó un papel importante en la antigua ética profesional. En contraste, la nueva ética se basa en el concepto de conocimiento objetivo, y de conocimiento incierto. Esto exige un cambio radical en nuestra manera de pensar. Lo que tiene que cambiar es el papel desempeñado por los conceptos de verdad, racionalidad, honestidad intelectual y responsabilidad intelectual.
Mi sugerencia es que la nueva ética profesional que propongo aquí se base en los doce principios siguientes, con los cuales termino mi discurso:
1.- Nuestro conocimiento objetivo conjetural continúa superando con diferencia lo que el individuo puede abarcar. Por consiguiente: no hay autoridades. Esta importante conclusión también se puede aplicar a materias especializadas y a campos específicos de investigación.
2.- Es imposible evitar todos los errores, e incluso todos aquellos que, en sí mismos, son evitables. Todos los científicos cometen equivocaciones continuamente. Hay que revisar la antigua idea de que se pueden evitar los errores y que, por tanto, existe la obligación de evitarlos: la idea en sí encierra un error.
3.- Por supuesto, sigue siendo nuestro deber hacer todo lo posible para evitar errores. Pero precisamente para evitarlos debemos ser conscientes, sobre todo, de la dificultad que esto encierra y del hecho de que nadie logra evitarlos.
4.- Los errores pueden estar ocultos al conocimiento de todos incluso en nuestras teorías mejor comprobadas; así, la tarea específica del científico es buscar tales errores. Descubrir que una teoría bien contrastada, o que una técnica usual práctica son erróneas, podría ser un descubrimiento de máxima importancia.
5.- Por lo tanto, tenemos que cambiar nuestra actitud hacia nuestros errores. Es aquí donde hay que empezar nuestra reforma práctica de la ética. Porque la actitud de la antigua ética profesional nos obliga a tapar nuestros errores, a mantenerlos secretos y a olvidarnos de ellos tan pronto como sea posible.
6.- El nuevo principio básico es que para evitar equivocarnos, debemos aprender de nuestros propios errores. Intentar ocultar la existencia de errores es el pecado más grande que existe.
7.- Tenemos que estar continuamente al acecho para detectar errores, especialmente los propios, con la esperanza de ser los primeros en hacerlo. Una vez detectados, debemos estar seguros de recordarlos, examinarlos desde todos los puntos de vista para descubrir por qué se cometió el error.
8.- Es parte de nuestra tarea el tener y ejercer una actitud autocrítica, franca y honesta hacia nosotros mismos.
9.- Puesto que debemos aprender de nuestros errores, asimismo debemos aprender a aceptarlos incluso con gratitud, cuando nos los señalan los demás. Y cuando llamamos la atención a otros sobre sus errores deberíamos siempre tener en cuenta que los científicos más grandes los han cometido.
10.- Tenemos que tener claro en nuestra propia mente que necesitamos a los demás para descubrir y corregir nuestros errores (de la misma manera en que los demás nos necesitan a nosotros) y, sobre todo, necesitamos a gente que se haya educado con diferentes ideas en un mundo cultural distinto. Así se logra tolerancia.
11.- Debemos aprender que la autocrítica es la mejor crítica, pero que la crítica de los demás es una necesidad. Tiene casi la misma importancia que la autocrítica.
12.- La crítica racional y no personal (u objetiva) debería ser siempre específica: hay que alegar razones específicas cuando una afirmación específica, o una hipótesis específica, o un argumento específico nos parece falso o no válido. Hay que guiarse por la idea de acercamiento a la verdad objetiva. En este sentido, la crítica tiene que ser impersonal, pero debería ser a la vez benévola.
Conferencia pronunciada el 28 de octubre de 1991 con motivo del otorgamiento del doctor "Honoris causa" por la Universidad Complutense de Madrid - España. Esta traducción apareció en el rotativo Diario 16 de Madrid.
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Tras brindar éste resumen sobre la conferencia citada pasaré a exponer un sucedáneo de lo que pretendía a través de las propias palabras de Ivan Silén -a pesar de la notoria animadversión de éste hacia Nietzche ["(...)Pero nosotros que leemos a Nietzsche desde otra urgencia de ser, desde la urgencia misma de ser puertorriqueño exilado en una sociedad racista, Estados Unidos, o desde una sociedad colonizada, Latinoamérica, le reprochamos a Nietzsche su incapacidad de retorno y su incapacidad de romper políticamente con el limbo político de su filosofía que representa para nosotros el "resentimiento". Nietzsche ni pudo regresar de la Grecia ideal, ni pudo regresar tampoco del Zaratustra-ideal. A Nietzsche le aconteció precisamente lo que le sucedió a Hegel: era imposible desde su época ver la realidad, la posibilidad y la pateticidad de ser de la Latinoamérica de hoy(...)"] , las estrellas me observan (verdaderamente imponen), llamándome a inquirir, así que, pido disculpas de antemano por éste latoso escrito-.
Donde no hay orgullo de ser no hay nada que hacer. Y esto precisamente es la rebelión: ¡orgullo de ser! Por esto mismo, sólo podemos hallar mala consciencia cuando se intenta pervertir, confundir, ese "orgullo de ser" con el "resentimiento" o con la envidia. Por esta razón la rebelión es precisamente bella. Es bella porque en ella se sostiene el sentido mismo de los hombres, o el sentido mismo del mundo. Es bella porque en ella los hombres encuentran lo que no se puede disgregar.
La rebelión exhibe lo que no se puede separar de sí mismo. La rebelión es donde la nación en pleno, decide mostrar violentamente el orgullo de su ser. El amor propio que no se puede destruir. La rebelión es el amor al ser mismo que se es. La rebelión es, entonces; amor en acción.
Pensar de otra manera es haber asimilado el odio que los invasores y los post-modernos nos trasmiten culturalmente a través del nihilismo.
"(...) Curiosamente, Nietzsche criticará en Sócrates lo que, como hemos visto, él realiza contra los "resentidos". Si "extravagante" es Sócrates más extravagante nos resulta Nietzsche. Si Nietzsche criticó el simio que Sócrates llevaba sobre su espalda debido a su indebida ilusión y a su excesiva pasión, hoy él nos resulta igualmente "socrático". De una forma parecida a Heidegger, Nietzsche tampoco vio el simio que lo ridiculizaba Esta "ceguera" ("Dios" nos libre de la nuestra) le permitirá a Nietzsche continuar su pensamiento platónicamente. El enamoramiento que Nietzsche padecía por el autor de La república terminó por contaminarlo. Esta polarización que Nietzsche realiza desde la moral, desde lo histórico y desde la filosofía, le permitirá establecer el movimiento de lo homogéneo que Platón realizara en sus diálogos. (...)
(...) A Nietzsche le aconteció precisamente lo que le sucedió a Hegel: era imposible desde su época ver la realidad, la posibilidad y la pateticidad.(...)"
“(...) Podríamos resumir lo dicho hasta aquí de la siguiente manera: cuando Nietzsche generaliza, cuando dice los "hombres que buscan transformar la realidad son resentidos", nos hallamos sorprendidos y violentados por la excepción misma. Porque lo que estas generalizaciones olvidan es que la realidad es irónica. Los hombres, sobre todo el poeta, el filósofo y el héroe, son ingeneralizables. Las excepciones, la vida misma de ese hombre o de esa mujer que no se amolda, que no cumple la definición, ni se doblega ante la "ley" ni ante la "regla", nos resulta inagotable. Pero es que la excepcionalidad nos arroja a lo desagradable de no serla La excepcionalidad no es copiable. El Superhombre, aun como "vacío", no es copiable. El Superhombre se enriquece de su propio vacío de ser. Este le permite a la metáfora, el Superhombre, rehacerse. Lo original persiste a pesar del desaliento democrático de la post-modernidad. La excepcionalidad, aunque sea la de un príncipe-paria o la de un "paria"-príncipe, nos escandaliza El pensamiento que fluía hacia la generalización evita furiosamente esa excepcionalidad que la desmiente. (...)”
“(...) Esto es lo insólito: la excepcionalidad de Nietzsche paranoia y desvirtua un movimiento social y político, los "resentidos", que le es inherente al mundo. Si el mundo, si la historia misma, abandonara a los "resentidos", si logrará domesticar democráticamente a los rebeldes, se abandonaría a sí mismo. Esto por demás es un imposible. La movilidad nos ciñe heráclitamente (..)”
Iván Silén; Nietzsche: o el sentido del resentimiento. Fragmentos extraídos de la revista 'A Parte Rei'. Especial Nietzsche.
"A 6.000 pies sobre el nivel del hombre y del tiempo. A 100 años de la muerte de Federico Nietzsche, el filósofo siempre póstumo, el mayor huracán en el horizonte humano, apostando por las posibilidades del pensamiento en esta des-humana encrucijada emputecida."
Pablo Mora: Así hablaba Nietzsche. Fragmento extraídos de la revista 'A Parte Rei'. Especial Nietzsche (2000).