El Diccionario de la Real Academia Española es
material de consulta permanente para miles de personas... En rigor, para más de 400 millones de hispanoparlantes en más de veinte
países.
material de consulta permanente para miles de personas... En rigor, para más de 400 millones de hispanoparlantes en más de veinte
países.
Durante muchos años ha flotado en el aire la idea de
que esta institución regía los caminos de nuestro idioma, dictaminaba
de manera inequívoca quién hablaba bien y quién lo hacía de manera
incorrecta. Pero he aquí la primera pregunta: ¿Qué es hablar bien? “Primero,
expresarse con eficacia: decir lo que se quiere decir de tal forma que
el interlocutor lo entienda. En segundo lugar, pronunciar con claridad.
Finalmente, hablar de acuerdo con lo que se estima correcto en el país
respectivo”. Manuel Seco
La lengua evoluciona constantemente; no es
algo estático, esta viva. Basta con hojear El Quijote. Sin
embargo, hay algo que no logro comprender. Veo con total naturalidad la aparición de nuevas palabras para identificar cosas que no existían antes que por tanto no tenían vocablo con las que denominarse y entiendo que la RAE pregone un espíritu integrador que escuche la voz popular para que éste intervenga en la evolución de la lengua, pero ¿era necesario que incluyeran la palabra almóndiga, como sinónimo de albóndiga, debido al extendido uso popular de esa expresión?
El director de la RAE, Víctor García de la Concha, explicó alguna vez que “cuando
un hecho gramatical se convierte en un hecho de costumbre de ese
conjunto de personas, la Real Academia Española y las hispanoamericanas
deciden consagrarlo como norma lingüística”. Con esta premisa y
con una clara intención de demostrar que la RAE escucha el habla de la
gente, desde la edición número 21 del diccionario están
aceptados términos como videojuego, zapear, autoestima o gay. Pero nótese que ninguno de estos términos es una deformación –por mal uso- de una palabra que existía previamente.
El vigente Diccionario de la Lengua Española
tiene alrededor de 90 mil palabras. El español es un idioma sumamente
rico, y sin embargo, el uso que hacemos de él es tristemente pobre. Se
estima que una persona con nivel universitario domina un vocabulario de
entre 2000 y 4000 palabras. Algunos podrán decir “¿para qué más?”, pues pa’ no aburrir, hombre, pa’ no aburrir!!
La lingüista Ofelia Kovacci, opinaba, por agosto del 2001 que “hoy
la noción de pureza ya no tiene vigencia, porque significa creer que la
lengua no cambia. La lengua es dinámica y no tiene dueños. Por eso
nuestra tarea es cuidar el uso pertinente y correcto del idioma en sus
distintos niveles. Hay una lengua culta general, una familiar, otra
coloquial y otra vulgar. Los niveles de uso son permeables: gente con
estudios universitarios usa hoy la palabra laburo o bondi”.
'Asín' aparece en el Diccionario de la RAE como uso vulgar de 'así' pero en el caso de 'almóndiga' como he comentado antes, aparece como sinónimo. Se da el caso en otras muchas palabras y está claro que hay distintos niveles de uso del lenguaje como bien decía Ofelia Kovacci pero creo que habría que defender el buen uso del español, y eso implica el conocimiento de esos distintos niveles para empezar.
No se como avanzará todo esto, pero quizá dentro de unos años añadirán en el Diccionario de la RAE palabras que por un problema de dicción se pronuncian mal popularmente como 'haiga' para 'haya' o 'tortículis' para 'torticolis'. Me asombra que a causa del 'spanglish' este incluida la palabra 'party' en el diccionario y que aún no hayan cambiado la definición de 'matrimonio' como la unión de dos personas.
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