lunes, 26 de enero de 2009

Cargol treu banya, puja a la muntanya...


La vida de los caracoles varía de una especie a otra. En su hábitat natural, los caracoles Achatinadae viven alrededor de entre 5 a 7 años y los caracoles del género Hélix aproximadamente de 2 a 3. Los caracoles manzana acuáticos viven sólo 1 año aproximadamente. La mayor parte de las muertes son debidas a depredadores o parásitos. En ocasiones, los caracoles han vivido más allá de su vida normal, hasta los 30 años o más.  

viernes, 16 de enero de 2009

Comprar para ahorrar


JOAN PERE Viladecans
Pintor


Cuando nos demos cuenta de todas las tonterías que hemos comprado por presión social para no ser menos o para poder contarlo... quizá esto de la crisis nos ayude a conocer más el mundo tal como es. Esta realidad que ahora nos toca afrontar es igual de pésima que la anterior tan estridente, consumista y glamurosa; pero las frustraciones individuales y colectivas serán diferentes, más dramáticas. Hasta ahora uno era solo lo que poseía y lo que mostraba, dejando muy a menudo escondido todo lo que eran valores personales de esfuerzo, éticos y morales. Pero habrá que estar al tanto y al día de las circunstancias porque el sistema no ha cambiado. Nos colocarán el ahorro como argumento de venta: "Cómpreme y ahorrará". O sea: "Usted puede gastar pero ya le convenceremos de que es para economizar". Y continuarán intentándonos vender expectativas y necesidades. Pero si agudizamos el ingenio y aprovechamos todo aquello que es un don en nosotros y no una adquisición, enriqueceremos nuestras vidas dotándolas de un sentido más amplio. ¿Mejor?

 

La crisis se hace tangible cuando te das cuenta de que muchas empresas tienen que cerrar, que mucha gente se queda en la calle, que las ventas de pisos están casi paradas, la venta de vehículos también... Y sobretodo en el momento en el que cambiar de trabajo supone una odisea.

Lo que más me asombra es ver esa gente que se queja a diario de la crisis y que apenas llega a fin de mes, en cambio, no se privan de nada... Y acto seguido continuan quejandose.

Espero que podamos sacar algo bueno de esta crisis, por lo menos que nos haga valorar las cosas realmente importantes y nos ayude a desprendernos de esa actitud tan funesta como es la de aparentar algo que realmente no se es a través de las posesiones.

lunes, 5 de enero de 2009

Se acabó el carbón


JOAN BARRIL

 

Hoy es el día en el que hay que ir a dormir pronto porque los Reyes Magos han de trabajar. Yo no sé si son magos, pero los reyes existen. El problema es que los reyes de los adultos no llegan necesariamente el mismo día. A lo largo del año los reyes nos dan sorpresas y ahí reside la magia. Los reyes adultos no esperan recibir cartas ni emails. El hecho de que sean tres da a sus obsequios un democrático cariz colegiado, no como la arbitraria autocracia del Papa Noel. Pero los reyes de los adultos tienen otra virtud que se ha ido perdiendo. Nuestros reyes contemplan la posibilidad del castigo, mientras que a los niños les hemos privado ya de ese temor. Aquella vieja amenaza por la que los niños malos --¿realmente hay niños malos?-- van a encontrarse la salita llena de carbón ya no produce la más mínima inquietud. ¿Carbón? ¿Será para la barbacoa? ¿Podrá revenderse el carbón ahora que se ha convertido en un combustible alternativo? ¿Los niños de los mineros reciben carbón antes de cerrar las minas?
Sin el miedo al carbón, los Reyes Magos dejan su magia y se convierten en meros delegados de las grandes multinacionales de los juguetes y de la electrónica. La conciencia de formar parte del mundo del bienestar se fragua en esa ceremonia de la dádiva infinita sin riesgo alguno de quedarse sin nada. Llegarán algún día los reyes de los adultos y, en vez de carbón, dejarán en el buzón una nota amenazadora de un banco o el finiquito de la empresa a la que consagraron el trabajo de muchos años. Deberíamos volver a la didáctica del carbón. De lo contrario, los hombres del mañana, educados en el deseo siempre satisfecho con rapidez y generosidad, no van a entender nada del mundo real, ahí donde las desgracias nunca vienen solas y nada se consigue sin esfuerzo.
Mañana por la mañana el paraíso del consumo estará en muchas casas. Les recomiendo un libro para prevenir los años que vienen. Lo ha escrito con elegancia y sabiduría Jordi Royo. Se titula Els rebels del benestar. Habla de adolescentes. De esos que jamás supieron lo que era el carbón.

Más difícil todavía

Me dicen los ateos que Dios no existe y que, por poco que crea, es señal que estoy equivocado. Me dice Rouco Varela que mi familia no es una familia y que, si acepto el divorcio o le dirijo la palabra a mis amigos homosexuales, es señal que no voy por buen camino. Me dicen los compañeros de Pedro J. que si hablo en catalán es porque soy un intolerante y casi un nazi. Me dice el Gobierno que si no reduzco mis envases y si no voy en bicicleta soy un egoísta insolidario. Me dicen mis compañeros multicultis que si no entiendo lo de la poligamia o la obligatoriedad del velo femenino es que soy un vestigio del etnocentrismo occidental. Me dicen los independentistas que si lo de las selecciones deportivas no me proporciona la más mínima emoción es que soy un colaboracionista. Me dicen que si no quiero firmar por la prohibición de las corridas de toros porque ya estoy harto de prohibiciones soy en realidad un cómplice de la barbarie.
Realmente eso de vivir se nos está poniendo difícil.

Restos

El acto de bajar las basuras después de las fiestas es en realidad un acto de contrición.

sábado, 3 de enero de 2009

El optimismo

A menudo oigo eso de "un optimista bien informado es un pesimista" o "un optimista con experiencia es un pesimista". Dejando a un lado las eternas "discusiones" que no llevan a ningún sitio sobre quien tiene razón, si el que ve el vaso medio lleno o el que lo ve medio vacío... 

 

No hay que confundir el optimismo con la alegría. El optimismo no conduce siempre a una alegría expresada, si no que proporciona serenidad, paz interior. En muchas ocasiones puede comportar una alegría, pero no siempre. Cuando ocurre una desgracia, la persona optimista estará triste, pero no desesperada. El optimismo vence al desaliento y al abandono.

 


Las personas  sin preocupaciones pueden vivir en un estado de optimismo falso. Creen que son optimistas porque no han fracasado, pero pueden no ser optimistas si no saben relacionar lo que ocurre, sea agradable o no. La persona que se encuentra satisfecha simplemente porque las cosas le van bien, tiene muchas posibilidades de sentirse defraudada, sola, etc. Porque no habrá aprendido a confiar en los demás, a reconocer el valor del esfuerzo y del fracaso soportado con alegría y a sacar consecuencias positivas de situaciones que parecen poco aprovechables.

Muchas veces las personas optimistas pueden pecar de ingenuas y muchas otras veces son tratadas de ingenuas por los demás. Pero no todas las personas optimistas son ingenuas. A menudo son realistas; conociendo y midiendo todas las situaciones teniendo los pies en la tierra y sacando el lado positivo de cualquier circunstancia que se le plantee sin olvidar la realidad.

En el momento de pesimismo se pueden destacar dos elementos: La dificultad real de la situación a resolver y la dificultad interna de la persona para enfocar la situación adecuadamente. Ver el realismo de las situaciones es algo tremendamente difícil, la mayoría de las personas analizan las situaciones de dificultad con tal carga de subjetivismo, con un enfoque tan personal que resulta difícil centrar la dificultad real. Hay un tipo de personas más realistas que tratan de analizar los hechos con objetividad pero también añadirán a ellos su particular interpretación. Las personas optimistas van más allá de los datos reales para centrarse, en primer lugar en las circunstancias positivas, en las posibilidades de mejora de la situación. Teniendo en cuenta las deficiencias pero sabiendo que muchas veces puede superarlas.

Dicen algunos profesionales que la crítica negativa es incompatible con el optimismo, aunque yo no estoy de acuerdo. Creo firmemente que se puede ser optimista abogando a la autocrítica negativa para filtrar lo positivo. Considero la actitud optimista como algo realmente bueno, pero jamás puede forzarse.