lunes, 18 de junio de 2012

Jungla (des)humanizada...

Todas y cada una de las cosas que nos ocurren, buenas, malas, mejores... peores... ¡nos marcan!.



La vida está llena de zambullidas, unas más espinosas que otras. Chapuzones, algunos mojan el pelo sin llegar a empaparlo siquiera y en otros, el agua anega hasta las costillas, sin disponer de la certeza de 'aprender' otra vez a respirar. No llegan a ser naufragios irreparables pero nos hacen zozobrar o sentirnos como ese Robinson desconcertado ante la inmensidad, no se sabe si de una isla por recorrer o, por contra, de la soledad que, como una lanza, se clava en el pensamiento y en los costados. También hay golpes de mar, los más temibles, porque llegan con un viento repentino y férreo, sin dar tiempo a sujetarse los cabos al cuerpo y es entonces cuando el dolor sabe a madera atravesada en la garganta y escuece la sal en los ojos, incapaces de vislumbrar el horizonte, que requieren de más tiempo para recuperarse, más kilómetros de costa, amontonar más granos de arena e incluso, a veces, se tiene la impresión de que nunca sanará el esfuerzo que supuso llegar a la orilla de nuevo. Para nuestra sorpresa, un día, aunque agotados, arribamos y dejamos que el frescor de las olas nos cubra los pies. Conscientes de que ya no podremos ser los mismos porque la desconfianza al horizonte embarcará con nosotros en cada viaje, una vez aprendido, el recelo hacia el confín, se colará en el equipaje aun sin desearlo.

Si pretendiera amontonar todas esas situaciones que, de un modo u otro, han marcado mi vida creo que no podría ver el final de ese montón ni con un binocular... Soy consciente de que, las experiencias que se pueden ver en la distancia, no se viven de igual forma que las que nos atañen en el momento presente... pero, irremediablemente, mi experiencia en República Dominicana me hace ver el mundo de una forma muy distinta (Arturo... prometo escribir al respecto de ellas en breve... ;-) Realmente no tiene demasiado sentido escribir sobre conclusiones cuando no lo he hecho sobre las experiencias propiamente dichas pero, ya sabes, mi 'ordenación' mental es [dejémoslo en] especial).

No puedo negar que, después de un tiempo desconectada incluso de mi propia humanidad, me sorprenden todas aquellas actitudes que nos llenan y/o despojan de ella.

Hice unas maletas llenas de ilusión, sueños por cumplir, amor, impulsividad, irracionalidad... y volví a hacerlas, allá, una y otra vez añadiendo dolor, sorpresa, (in)comprensión, (des)humanidad, (des)ilusión, orgullo, corazones rotos pero, sobre todo, de amistad. Unos días antes de volar con destino a Punta Cana, me 'entrometí' en una película de Tarantino de la que salí hace tan solo un par de días.

Sé que cabe la posibilidad de que sea demasiado positiva pero, hasta hoy, he logrado disfrutar de momentos de felicidad gracias a ello y, ahora más que nunca, debo ser fiel a mí misma.

Gracias a la posibilidad que me brindó César pude, no sólo conocer otro país sino, un mundo nuevo... Un mundo en el que tropecé con Ángela, que -bien podría haber sido una asesina en serie- resultó ser tan bondadosa como humana. Gracias a ti he podido llegar al lugar en el que estoy ahora; tranquila, relajada, algo más 'buscavidas' que antes y mucho más feliz que cuando me conociste. Tu apoyo fue lo único que me mantuvo en pie, sin ti, jamás habría tenido la posibilidad -ni la ilusión- de salir adelante en un país que logré empezar a conocer de tu mano. Solo tengo palabras de agradecimiento para ti, para él, para Lorraine, Jose y Vicky, Martha, Pilar, Yan, Valentino, Raymond, Jose, Kelvin, Taro, Miguel, Viviana, Celeste... Seguro que se me escapa alguien por el camino, ese es el inconveniente de nombrar a gente...

República Dominicana es un país que me ha mostrado la humanidad, no solo en la gente que he conocido, sino la que existe en cada esquina, desde quien se molesta en hacerte una 'bola' tras dos pasos, hasta los desconocidos que se encargan de que tres menores encuentren el camino hasta los brazos de mamá. Un país en el que tod@s se ponen 'a tu orden', se regalan minutos, se tiende una mano al desconocido, se regalan sonrisas sin esperar nada a cambio -vale, a veces sí...-, te nombran en sus oraciones -hasta a una atea de manual como yo [digno de mención por la importancia que tiene la fe en el país]-, ir al cine es 'todo un acontecimiento', bailar es tan 'lascivo' como divertido y un largo etcétera, merece una mención especial, un lugar en el corazón y mucho tiempo por delante para vivir en él.

Una 'jungla' muy humana, llena de contrastes que contrasta -valga la redundancia- con la jungla deshumanizada que se me ha tornado España en la que, posiblemente, no siento que puede ser peligroso andar sola en la profundidad de la noche -aunque soy algo descerebrada, eso no es nada nuevo-, no hay personal de seguridad con escopetas en la mano, pero tampoco me invita a una sonrisa eterna, a pesar de que, disfrutar de conversaciones -y debates- enriquecedoras con Carol y Arturo, gozar de mis padres, tener a la familia cerca -tanto como para postergar el reencuentro con mis hermanos-, las excursiones con Ana, los ratos con Marcel -y sus recomendaciones literarias-, las risas con Peter -y todo el apoyo recibido por su parte-, el anhelo por el reencuentro con Sebas, Pepe, Guillermo, Esther, David... la hospitalidad de Oscar, éstas lindas vistas al mar de las que estoy disfrutando como antaño y, de nuevo, un largo etcétera, no es comparable a nada que 'un nuevo mundo' pueda ofrecerme... 

“¡Srta. Caracol, esta usted empujándome siempre a dejar cosas por el camino!”

Sea como fuere, aquí estoy de nuevo, en el corazón de la Costa Brava, con mucho trabajo por delante pero, por ésta vez, con horas libres al día -todo un lujo-, tantas, que cuando deba irme otra vez -lo siento, en República no os vais a deshacer de mí tan fácilmente-, estoy segura de que tendré nuevos motivos para irme 'suspirando'.

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