lunes, 26 de abril de 2010

Terquedad impropia



En muchas ocasiones cree no saber qué camino seguir, cuál ha de ser el siguiente paso que debe dar para conseguir todo aquello que anhela. El tiempo no se detiene en ningún instante, limitando así el acierto.

Se toma un momento, tan solo un momento, piensa que sería maravilloso poder avanzar durante el tiempo que le queda y encontrarse directamente con el final. No quiere tener miedo, no por esta vez. Se tapa los oídos con fuerza, no quiere escuchar. No quiere oír su propia rabia, su frustración, sus miedos...
No sabe cuánto tiempo aguantará la puerta, ni siquiera si lo hará, se ha sentado en el suelo, con la espalda apoyada en ella. Aprieta con fuerza las manos contra sus oídos y cierra los ojos. No logra controlar su terror. Todo el miedo que ha ido acumulando a lo largo de su vida, se encuentra junto a ella, encerrado en el baño.

Pocos segundos, ese es el tiempo que ha tardado en llegar a sumergirse al fondo de su cabeza. Durante esos segundos, todo su miedo se ha transformado en fuerza. Fuerza para correr, para huir, para encontrarse a salvo. Todo eso no sirve de nada, ahí está sentada en el suelo, aterrada, después de un suspiro de libertad.

Huir es su forma de vida, pero paradójicamente siempre ha luchado impávida para lograr escapar, huyendo una y otra vez.

¿Habré llegado al final? Se pregunta... Sabe que no puede huir de quién lo hace, que es de ella misma. Afloja la fuerza que hacen sus manos contra los oídos, abre lentamente los ojos, se levanta, se acerca al espejo y se queda sin respiración.

Todo este tiempo la respuesta había estado en el espejo, ella misma lo crea y es la única que puede destruirlo. Sin darse cuenta esta llenando la bañera con agua caliente, agarra dos cuchillas por si en el intento vacilara y perdiera una en la inmensidad que le parece ser esa bañera llena de agua.

Se desnuda. Piensa en escribir algo, pero... ¿para quién?, no tiene a nadie pero se da cuenta de que, necesita justificarse a si misma y así lo hace antes de sumergirse en su propio final.
Escribe sin vacilación “No tengo ninguna razón para sostener esta vida que me agota. No hay absolutamente nada que me ayude a aferrarme aquí; mis recuerdos, mis pensamientos y el presente que me sofoca, han rasgado mis nervios. Han logrado atrofiar el deseo natural de ver, oír, oler, sentir y gustar. Seguir viviendo es una terquedad impropia de una cabeza pensante que rechaza la idea de un
deber que no existe, de una imposición de la humanidad.”

Una vez dentro de la bañera, agarra una cuchilla y ve como elagua se tiñe de rojo. El dolor ya no es tal. Todo se desdibuja, cadavez se siente menos a si misma. Apoya la cabeza y logra sentirlo. La liberación.

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