martes, 29 de mayo de 2012

La Tierra sigue girando

Después de tanta sorpresa desagradable, llega el momento de las agradables. Como se suele decir; cuando una puerta se cierra, se abre una ventana...

He logrado encontrarme en el camino con gente estupenda y además este país me esta ofreciendo la oportunidad de dedicarme a lo que me gusta -bueno, quizá si tuviera la carrera de veterinaria sería mejor... Al fin y al cabo siempre se puede mejorar-.
El hecho de estar en el lugar correcto en el momento adecuado me está permitiendo educar y/o adiestrar mascotas... No conocía el placer de poder subsistir dedicándome a algo que me apasiona así que, por lo que parece, en España podeis estar tranquilos... ¡Me quedaré por aquí un tiempo! :-D.

Como estais comprobando, esta dedicación me ha despojado del 'sentido poético' que hasta ahora se atisbaba en este blog pero estoy segura de que seguiré escribiendo -si no como siempre, algo peor que, tampoco es tan difícil... :-P- cuando salga de la nube de exceso de momentos felices que me envuelve.


domingo, 20 de mayo de 2012

Y después de la tormenta... ¡noches en vela!


Es difícil, por no decir único, ver en unos ojos esa llama de la que tanto se habla, esa mirada en la que buscamos refugio. Así pues, resulta tan fácil arrimarse a la primera llama que vemos después de un maltrecho invierno, que no somos conscientes de que estamos viendo la arena del desierto, de tal forma, que nos parece un oasis. 

Luciendo esa expresión hierática, casi sin darte cuenta, pasas a sentirte como un condón usado, tirado, olvidado en la papelera del baño de un lugar cualquiera, con una infinita tristeza. Pasas de sentirte tan necesario y necesitado a terminar siendo una plasta asquerosa, dispuesto a morir junto a un trozo de papel con restos de maquillaje, un par de tampones y una servilleta arrugada con una leyenda escrita, que no son menos inútiles, abandonados y desagradables que tú. Sensación, además provocada por el olor a semen, aquel que emanó de su entrepierna... Él había estado allí, de eso no cabía duda, y ahora, hasta que el látex del que estás hecho se degrade, estás condenado a vivir con parte de él pegada a ti. 

Resulta bastante fácil sentirse también como un estafador, de esos que por creerse muy listos, terminaron por estafarse ellos mismos. “Yo lo sabía, sabía perfectamente que había tanto calor en esa llama como agua en el desierto en el que pasé el invierno... Sabía lo duro que era vivir en el desierto, por ende, sabía de antemano que esas noches de dulce romanticismo eran solo un intento desesperado para protegerme del frío”. 

Pensando en él, se sentó en la cama y se quedó con la mirada inmóvil. Ella también lo sabía, su inconsciente la había traicionado una vez más. “Él no puede ser una ilusión, yo lo vi, era real” se repetía una y otra vez para no sentirse una estúpida. Pero era en vano, al final siempre sentía ese vacío en el pecho que la obligaba a encender otro cigarro. 

Le consuela pensar que en realidad él podía ser un buen hombre, pero le desconsolaba terriblemente saber que enseñó su vulnerabilidad y entregó sus secretos más terribles a cambio de, durante los últimos largos días, un par de polvos secos y obligados, y quizá de un par de palabras, algunas inútiles… y otras… también. 

Tantas ilusiones, o como dijo Benedetti; tantos ayeres en el olvido y tantos mañanas en tantas noches. Cuánto alcohol, cuántas luces, cuántas notas, cuántas miradas, cuántas ganas de sentirse amada... Cuántas risas nerviosas, cuánta necesidad de volar, cuántas palabras mal dichas, cuántas tardes… cuánta esperanza. 

Se mira, sola, en esa habitación en la que no hay ningún recuerdo y, de pronto, casi en contra de su voluntad, obsesionada, tratando de encontrar algo que pudiera decirle que no se equivocó, que en realidad se amaron, algo que le hiciera sentir menos indefensa... La desesperación la lleva a imaginárselo empezando a buscar en la habitación, algo, cualquier cosa, algún objeto olvidado, un pelo, o incluso algún rastro de olor en el interior de sus sábanas... En cambio él terminó encontrando algo peor, era un escrito de ella, fechado de hacía unos días. De antes de la mentira, o mejor, de antes de la verdad. De cuando ella era el momento justo y la caricia justa, de cuando ella podía ser la salvación. 

El texto rezaba bellas sensaciones, que cuando las leía y las sentía, recordando aquellos pocos días, aquellos inicios de cuando, cegado, creyó ver la luz, recorrían cada poro de su piel, palabras que una tras otra formaban un verso cálido y amoroso tan podrido de ese sentimiento tierno y colorido que, en este momento tan gris y desolado, hasta hacía daño. 

Palabras cargadas de un oscuro nerviosismo, que dentro de su misma oscuridad, guardaban una luz tenue y cálida. No se sintió bien, verse a uno mismo tan humilde y sensible... Ella en su habitación sin huellas y él en su imaginación, se quedaron absorbidos por la sensación que les había provocado el verse a si mismos, tan sonrientes, tan inspirados, tan desnudos... tan ingenuos. 

Después de la estupidez, la rabia, tras la rabia, la violencia, más allá de la violencia, la compasión, seguida de la compasión, la tristeza, tras ella, la soledad y en la soledad, la noche, un triste poema, un cigarro y una habitación sin recuerdos... Vacía de él.